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lunes, 13 de abril de 2015

LA FELICIDAD COMO SIMBOLO DE ESTATUS, por JULIAN CHANG

LA FELICIDAD COMO SIMBOLO DE ESTATUS

Foto NAna

Sonrisas tipo Colgate, imágenes de éxito y de aparente abundancia que necesitan compartirse en las redes sociales, símbolos de estatus que sugieren que la cima se logró o está cercana. Las tristezas y derrotas son inconcebibles para el ganador, la duda es el accidente del mediocre. El mundo es sólo para los fuertes, para los más aptos.

La búsqueda de la felicidad, inspiradora de éticas antiguas como la aristotélica, y de la escuela estoica que la asoció con la imperturbabilidad o ataraxia (similar a la ecuanimidad propia del budismo) se ha convertido, en los tiempos que corren, en la lucha por la consecución del éxito. 

Libros de autoayuda, autores que promulgan al logro como el pináculo del vencedor, frases coloridas pero vacuas en sustancia como “obtén todo lo que has soñado aplicando este método”, publicidad que exalta el tener y el acumular, y cursos variopintos cuya promesa de venta consiste en lograr la tan anhelada quimera, hacen parte del paisaje. 

Una vida “aspiracional” nos carcome mientras un descontento mudo y agónico se cuece a partir de lo que la vida cotidiana nos ofrece, segundo a segundo.

La consigna: ser feliz, es una obligación, un mandato de la modernidad. El dolor y la tristeza son emociones que tienen mala propaganda; a las derrotas y traspiés es mejor ocultarlos para que no afecten nuestra imagen. Pero en cambio, a las victorias hay que exhibirlas como trofeos; garantizan, eso creemos, respetabilidad y mayores probabilidades de aceptación. 

En esa negación de nuestras luchas y derrotas, olvidamos el caudal creativo que éstas implican. Como escribió Estanislao Zuleta, deseamos “…un océano de mermelada sagrada, una eternidad de aburrición…”, y olvidamos capitalizar nuestros miedos y fracasos, omitiendo nuestra capacidad de lucha, de replantearnos, de DUDAR; actos tan sanos que constituyen la compuerta para evolucionar a partir de la complejidad de la existencia. 

Escindidos, interpretando en términos de opuestos, distraídos por la cultura de masas, nos abocamos con vehemencia a la consecución del imperativo. Cada cual tiene su propio listado para medir la felicidad propia y ajena: oficio-cargo, ¿qué y cuánto ha conseguido?, ¿tiene familia, pareja?, ¿reconocimiento?, ¿dónde vive, en qué barrio?, ¿en qué círculos se mueve? 

Y en esa búsqueda desenfrenada por la felicidad surge una de las paradojas de esa manera de vivir: entre más no esforzamos por ser felices, más proclives estamos a la infelicidad, al vacío de no haber conseguido, de sentirnos inadecuados; porque siempre hay algo que falta…el futuro se proyecta como algo que vendrá a salvarnos. La utopía de un paraíso prometido. 

El exceso de felicidad sin respiro y la búsqueda adictiva a la segregación de dopamina y oxitocina, van en detrimento de la capacidad de asumir el dolor y el sufrimiento de una manera consciente y creativa. Y así no parezca, esta carrera alocada produce sombras a su paso. Se aviva un apego excesivo a la felicidad como receta, a la forma, a la imagen de victoria.

Y como todas las sombras, éstas buscan válvulas de escape, maneras de liberar su energía acumulada y reprimida. Pasarán su cuenta de cobro, posiblemente cuando cada cual se enfrente, en la vastedad de su conciencia, al silencio. Al inapelable, ineludible y poderoso silencio. 

Autores como Schopenhauer, Nietzsche, Cioran, Camus, Sartre y Fernando González, para mencionar algunos, señalan el dolor que está implícito en la existencia. El dolor es crecimiento; es señal de un sistema que se resquebraja y que puede dar el paso hacia un nivel más evolucionado. Puede ser síntoma de una visión que se agota y que quiere buscar nuevas luces. Claro, si no negamos y reprimimos.

Entonces, a la luz de una interpretación distinta de eso que se niega, de lo que asociamos con oscuridad, surge una posibilidad de entendimiento diferente tanto de eso que negamos, como de lo que queremos resaltar ante los demás. Y puede que la felicidad cada vez empiece a depender menos de los manidos estereotipos que tanto nos han vendido…y que hemos comprado diligentemente como buenos consumistas. 

Correo: julianchangcoach@gmail.com Twitter: @JulAChang